En los últimos años, la necesidad de construir aplicaciones cada día más complejas, soportando mayores prestaciones y para ámbitos de explotación más amplios, junto con los avances en la tecnología de redes, han potenciado el desarrollo de aplicaciones distribuidas, En este tipo de aplicaciones, diferentes componentes software se ejecutan en distintas computadoras (posiblemente heterogéneas) e interaccionan a través de una rede. La tarea más compleja en el diseño de tales aplicaciones es la de especificar la coordianción que ha de existir entre los diferentes componentes determinando en qué orden han de ejecutarse las acciones llevadas a cabo por ellos.
Con objeto de facilitar la labor del programador, la comunidad investigadora ha dedicado un gran esfuerzo en la proposicion de los denominados modelos y lenguajes de coordinación. El objetivo de un modelo de coordinación es permitir al programador la especificación de las restricciones de coordianción mediante mecanismos especialmente concebidos para ello. Los modelos y lenguajes de coordianción han de ser integrados en algún paradigma de programación para abordar la construcción de aplicaciones coordinadas.
De otro lado, el paradigma de programación concurrente orientada a objetos (PCOO) ha mostrado una adaptación natural al modelado de sistemas complejos en los que un conjunto de entidades independientes interaccionan entre sí. Dicho paradigma ofrece, simultáneamente, un buen soporte para los conceptos de la programación concurrente y mecanismos adecuados para la reutilización de software.
Cabría esperar entonces que el binomio constituido por los modelos de coordianción y el paradigma de PCOO (integrando los primeros en el segundo) constituyesen la herraminta perfecta para modelar sistemas complejos. Sin embargo, la realidad se ofrece muy distinta:
(i) El uso del paradigma de PCOO no ha fraguado como cabría esperar.
El motivo es la pérdida de reusa
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