Los grandes éxitos cosechados por las aplicaciones de la ciencia del siglo XX se han visto favorecidos por el enfoque que considera la ciencia pura y la ciencia aplicada partes de un único sistema integrado, de modo que el desarrollo de la investigación básica es condición imprescindible del progreso de todo el sistema. Desde hace algunas décadas este equilibrio se ha ido rompiendo porque los aspectos aplicados y tecnológicos han pasado a ser preponderantes en perjuicio de la investigación pura y ha adquirido un papel central el criterio de utilidad de los resultados obtenidos.
En este artículo se describe esta evolución y se analizan los riesgos que conlleva, sobre todo el riesgo de esterilidad que corre el desarrollo mismo de la ciencia. Se discute además el problema de los límites que quizá deberían ser impuestos al desarrollo de las aplicaciones tecnológicas de la ciencia, así como el estado actual de las relaciones entre ciencia y ética.
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