Dejando los desastres bélicos aparte, los tiempos que corren ya no tratan de pandemias (ya volverán) sino de la digitalización, con pretensiones de ser masiva, de nuestra sociedad y nuestra realidad cotidiana.
Los pocos años de edad de lo digital no le han permitido adquirir la madurez necesaria en lo que a sus responsabilidades transversales tiene, y una de ellas es, sin duda alguna, el cambio climático y la sostenibilidad de nuestra realidad biológica. Es tiempo de que los fabricantes, vendedores, desarrolladores y diseñadores de lo digital cambien sus enfoques y se pregunten, y responsabilicen –al menos en parte–, de la energía que ayudan y animan a consumir con sus productos, y sean conscientes de sus efectos sobre el futuro de todos a medio y largo plazo.
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