Los programas de simulación térmica de edificios no sólo constituyen una herramienta de gran utilidad al servicio de profesionales del sector energético sino que su uso, a raíz de los últimos cambios normativos en materia de ahorro y eficiencia energética, se han convertido en una de las vías obligatorias para comprobar el cumplimiento de las limitaciones impuestas por dichas normas [1]. Actualmente, dado el alto grado de conocimiento existente en el modelado térmico de edificios, la precisión alcanzada por los programas de simulación está prácticamente encomendada a la información climática y al conocimiento de las condiciones de operación, y por tanto, el desarrollo de nuevos modelos está principalmente asociado a nuevas soluciones constructivas o de sistemas de climatización. Sin embargo, la extensión de su utilización al ámbito profesional, junto con la tendencia a simular en pasos de tiempos inferiores a una hora [2], ha motivado la revisión de los algoritmos ...
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