La sociedad de consumo conlleva en su esencia la meta de la globalización, que entre otros parámetros prefija la ineludible medida. Nada escapa a su tiranía, todo es susceptible de cuantificaciones o cualificación; no solo los ingentes datos socioeconómicos o demográficos, también la poesía necesita de una métrica y la música de un compás. Entre el mundo de las cosas y el de las ideas está el de los símbolos, que traspasan sus propias fronteras y adquieren pasaporte de universalidad; ninguno como los números. Según Aepli, una de las más grandiosas aportaciones del espíritu humano.
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