En la sociedad de consumo, uno de los parámetros que miden el estado del bienestar de un país, es, principalmente, la política económica cuando vincula salario e inflación. Ambas variables hacen su andadura en plena simbiosis, cohabitando como un matrimonio, al decir de algunos, donde las discusiones y desacuerdos sin denominador común de su devenir, porque las complejas previsiones no siempre dan en el blanco; por tanto, los gobiernos de la nueva Unión Europea, la de los Veinticinco, buscan si los salarios presionan para que se eleven los precios o si son los precios los que suben el listón para que cada ejercicio anual los trabajadores pidan mayores subidas para poder fijar la volatilidad de los precios.
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