La conducta inteligente parece seguir principios que no son siempre los de la lógica o los de la racionalidad clásica tal como ha venido defendiendo a lo largo de varias décadas el paradigma de la Inteligencia Artificial. En condiciones cotidianas, se observa que actuar bajo el principio de una racionalidad perfecta no es siempre posible. Para definir el comportamiento adecuado en un entorno cambiante y con incertidumbre, se necesita un tipo de inteligencia con un carácter más práctico. Si un sistema, vivo o artificial, encuentra limitaciones en el acceso a la información, en el conocimiento de la veracidad de ciertos enunciados o en la capacidad de procesamiento y de almacenado, debe poseer algunos de los rasgos que caracterizan �inteligencia práctica�, como son la autonomía o la adaptabilidad, para sobrevivir en su entorno. Estas entidades, con limitaciones para el desarrollo cotidiano de sus tareas y cuyo comportamiento se basa en el uso de un modo de inteligencia vinculado a la propia acción, los denominaremos, en su acepción más general, agentes.
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