Al penetrar las nuevas ideas científicas en España, fue necesario poder disponer de máquinas e instrumentos científicos. En la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, tuvieron lugar en Barcelona, diversas iniciativas particulares e institucionales que favorecieron la valoración social de los artesanos. La Junta de Comercio estimuló la enseñanza de los artífices y la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes elevó a la categoría de académicos a destacados artesanos que trabajaron conjuntamente con científicos ilustrados y se convirtieron en maquinistas y constructores de instrumentos. Así se consiguió iniciar una fabricación autóctona de instrumentos.
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