La concepción de la Universidad como servicio público lleva aparejada la necesidad de evaluación de la calidad de la educación que se imparte. Es necesario obtener mecanismos e indicadores fiables para calibrar el grado de eficiencia y eficacia. La formación universitaria debe equilibrar el aprendizaje de conocimientos con la enseñanza de valores de ciudadanía activa, que incrementen la capacidad para formular preguntas y cuestionarse la realidad.
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