Alejandro García Alonso Montoya
, David Méndez Coca
, Pedro García-Alonso Montoya 
La formación académica que se desea aportar al estudiante de Grado se materializa en la consecución de un conjunto de competencias. Las diversas asignaturas de la titulación suman esfuerzos para que el estudiante pueda alcanzar todas las competencias previstas. En la realización del Proyecto Fin de Grado convergen las competencias y como fruto de este trabajo se debería completar el objetivo formativo. Un aspecto que puede pasar desapercibido, pero que fundamenta la aptitud profesional -la antigua “pericia”, lo que ahora se denomina competencias- son las actitudes, virtudes diría Aristóteles. Las competencias son necesarias, pero no suficientes para un eficaz desempeño profesional: es necesario ser capaz de actualizar las competencias para que generen el rendimiento esperado por el mundo profesional en beneficio de la sociedad global. Este trabajo pretende proponer a la discusión académica una extensión del concepto de competencia en el marco de la actitud. Su aplicación se va a enmarcar en la cumbre del Grado: PFG, y la perspectiva se va a obtener de la experiencia suministrada por profesionales que han colaborado en la formación de Ingenieros Informáticos durante la realización de su Proyecto Fin de Carrera. La experiencia enseña que el estudiante dotado de actitudes positivas está más capacitado para adquirir competencias profesionales, y por ese motivo son más valoradas en la Gestión de Personas. Sin embargo, lo más importante no es la valoración externa, sino el propio autoconocimiento -la interiorización- de las actitudes.
Las actitudes bien fundamentadas e interiorizadas facilitarán que la denominada autoestima se mantenga a flote, de modo que pasadas las periódicas tempestades (crisis de un tipo u otro) las competencias se mantengan efectivas y rindan frutos a lo largo de toda una trayectoria profesional.
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