La afluencia de éxitos con los que la ciencia ha dulcificado la vida humana es de tal magnitud que de ordinario apenas recordamos la existencia de quienes cuestionan el sentido y utilidad de la misma. La denuncia del peligro de guerra nuclear o de la robotización del ser humano en una sociedad enteramente tecnificada y despersonalizada, han cedido el paso en la actualidad a la batalla contra la contaminación medioambiental, originada por un industrialismo en el que los intereses crematísticos priman sobre cualesquiera otros. Sin embargo, tales críticas se centran en definitiva tan sólo sobre las consecuencias tecnológicas del saber científico, aunque algunos traten de ampliarlas por extensión a la ciencia misma.
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