Como cualquier actividad humana mantenida a lo largo del tiempo, la investigación científica cuenta con una historia y una tradición. No son iguales, y no deberíamos confundirlas. La historia aspira ceñirse fielmente a los hechos tal como estos tuvieron lugar, analizando sus causas y sus consecuencias. Por su parte, la tradición tiende a distorsionar los acontecimientos históricos, embelleciéndolos o afeándolos de acuerdo con ciertas ideas preconcebidas que también pueden cambiar de una época a otra. La tradición se halla así más cerca del mito que de la realidad, razón por la cual desempeña funciones muy similares a las de aquél. Los relatos tradicionales sobre el desarrollo de la ciencia sirven para celebrar de forma condensada y atractiva el triunfo de la razón y la verdad sobre la superstición y el dogmatismo: o al menos eso se nos dice.
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